Sobre el Hombre Topo

SOBRE EL HOMBRE TOPO:

Somos un grupo de producción literario e intelectual definido por su obsesión por la crítica cultural, la escritura, el cine, la filosofía y la traducción. Esperamos difundir ideas, textos, traducciones, fragmentos inteligentes de una luz no tan lejana.
Escriben en esta revista: Franco Bordino, Matías Rano, Gustavo Roumec, Tiépolo Fierro Leyton, Juan M. Dardón, Tomás Manuel Fábrega y Xabier Usabiaga.

martes, 5 de abril de 2016

"Un diálogo entre Nolde y Richard Estes"


Marisma con molino de viento, Emil Nolde (1940). Colección Botero, Bogotá.
                                                                                                              





El agua y el aceite por naturaleza no se mezclan, sin embargo pueden converger en un mismo espacio. En este caso, podemos apreciar dos obras que basadas en las técnicas de acuarela y óleo, nos permiten entablar un pequeño diálogo. Y es que en el Museo Botero de la ciudad de Bogotá conviven todos los días agua y aceite, óleos y acuarelas y otras tantas técnicas que transforman esas materias primas (bronce, piedra, mármol, etc) en universos únicos e irrepetibles, pero no por ello imposibles de hacer parte de un ejercicio dialéctico y apreciativo como este. Tenemos así en estas líneas a Emil Nolde y su “Marisma con molino de viento”, a Richard Estes y su “Autobús de Broadway en la calle Liberty”. La razón de la escogencia de estas dos obras pictóricas reside primeramente en que ambas representan dos opuestos, dos orillas del mismo río; pero principalmente en que son obras de artistas de los cuales nunca había tenido noticia en mi vida, nombres y hombres desconocidos cuya primera impresión al verlos (plasmados en alma y cuerpo en estos cuadros) se reduce en la transitoriedad de la existencia. Como recita la obra literaria más antigua de la humanidad: “...todo cuanto hacen los hombres no es más que viento…”; el breve paso de nosotros por el mundo puede ser tan fugaz como la turbulenta nube que se acerca al molino por sobre la marisma o como el rutinario andar de un autobús por las calles de una metrópoli como Nueva York.


De la vida de los pintores sabemos un poco más que poco; Nolde estaba afiliado en un inicio al partido nazi en los años veinte, pero sus obras pronto fueron prohibidas al ser exponentes del arte moderno que Hitler calificaba de “degenerado”, y el artista fue proscrito. La obra seleccionada para este texto, hace parte de las pinturas no pintadas, obras que Nolde (nacido como Emil Hansen) concebiría en la clandestinidad. Richard Estes sería (y es, porque no se ha muerto aún) uno de los impulsores del hiperrealismo en los Estados Unidos, venido de un pueblecito de Illinois a la enorme Chicago, su estadía en España en los 60’s influenciaría el trabajo preponderante de la luz y la tridimensionalidad en su obra. Todo artista es hijo de su tiempo como todo hombre y toda alma. En las representaciones pictóricas de Nolde y Estes podemos apreciar algo de ese tiempo en que estos se desenvuelven. Por un lado la sombría época de los 40s y su desolador paso por una Europa que como el molino de Nolde y las pequeñas casas, pareciera hundirse en la marisma de la guerra; el autobús de Estes nos da cuenta de manera casi que fotográfica, lo cotidiano y rutinario del vivir en los tiempos modernos (postmodernos, contemporáneos, etc; el tiempo siempre es tiempo así se le acuñe todos los apelativos que se quiera). Así pues, tenemos ante nuestros ojos una representación de lo que podría ser una premonición a la tragedia y un calco muy fiel de la “apacibilidad” dentro de la locura que puede albergar toda urbe de hoy.


Luz y sombra, frío y calor. Tanto el pintor expresionista alemán como el hiperrealista gringo transforman a partir del color la esencia por antonomasia de los parajes representados. Nolde nos ofrece una paleta predominantemente de tonos fríos (verdes, azules, púrpuras), muy acordes a un pantano pero que hacen ver turbulento algo tan quieto como una marisma; Estes, nos hace ver agradablemente cálido y casi que idílico un lugar tan estresante y ruidoso como una calle en la populosa Manhattan. Ambos artistas aciertan sin duda con la técnica seleccionada, el papel japonés y la acuarela son materiales que en principio resultan perfectos para transmitir la fragilidad de ese ecosistema llamado marisma, el óleo y el lienzo casi que aportan lo necesario para la representación de lo sólido e inamovible de la ciudad. En 33 x 46 cm de papel japonés cabe la infinitud de las marismas del norte de Alemania, en 86 x 121 cm de lienzo podemos conmensurar una pequeña parte de la inconmensurabilidad de la Capital del Mundo.

El arte así, puede hacer posible lo imposible; como que una nube cargada de agua se atreva a hacer mover las aspas de un molino o que el transporte público de una ciudad de 18 millones de habitantes se vea casi que vacío y quieto. Alborotar las aguas de un pantano y apaciguar el oleaje tempestuoso del océano de hormigón y acero en el que muchos vivimos en la actualidad. Sin embargo en algo confluyen ambas obras, y es en representar también lo sujeta que puede estar un alma a los devenires de la época, así como lo dicho anteriormente: lo transitorio de su obrar en el mundo. Los hombres son como el viento porque cuanto hacen no es más que viento, fugaz e irrepetible; pero no por ello difícil o imposible de ser sentido o presentido, presenciado y vivenciado. Las huellas que deja el viento en este caso, son ese autobús neoyorquino y el instante en que la melancólica nube se apresure a animar un casi que inerte molino.  En ambos casos, instantes, momentos; encontramos un perpetuo diálogo y sobre todo un entendimiento entre el artista y su entorno (su tiempo y su espacio), en esta reseña se entrecruzan dos épocas y técnicas bien diferentes la  una de otra unidas por el cordón umbilical del arte que es capaz de universalizar contextos tan lejanos y perpetuar pequeños instantes de paz en medio de la tormenta (como el cuadro de Estes) y la irrupción de la turbulencia en la calma más desoladora.


El autobús de Broadway en la calle Liberty (1996). Colección Botero, Bogotá.

Tiepolo Fierro Leyton

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